La Historia Que Te Empeñas en No Ver

Durante un tiempo lo dudé. Pero después de la conversación que tuvimos hoy —y de escuchar cosas que, sinceramente, para mí no tienen ningún sentido— decidí, aún así, escribirte este post. No lo hago por rabia ni por impulso. Lo hago porque hay momentos en los que el silencio deja de ser noble y pasa a ser cómplice. Y yo, al contrario que tú, no me escondo detrás del silencio para parecer equilibrada. Hablo. Digo. Escribo. Fuiste tú quien entregó la verdad en bandeja. Con distracciones, contradicciones y esa forma tan tuya de esquivar preguntas simples con respuestas enredadas. Aun así —y sí, sé lo estúpido que suena ahora— decidí seguir creyendo. Elegí confiar. Porque así soy yo. Creo hasta que me demuestran lo contrario. Y tú lo hiciste. Durante más de un año, me envolviste en una red de pequeñas mentiras. De esas que parecen inofensivas, pero que juntas forman un patrón tan claro como deshonesto. Palabras vagas, silencios perfectamente calculados, versiones adaptadas según tu conven...